La llamada de la realidad
Ignacio Vuelta | 10 mayo 2021
Conocí a David en Londres. Íbamos a montar una productora que finalmente se llamó 93 Metros. Nos conocíamos poco, por mi parte a través de la admiración por lo que David hacía. Pero cuando conocí a la persona, de la mano de mi otro socio, Adriano, fue como abrazar a un viejo amigo. No sé por qué, pero tengo la intuición de que esto está relacionado con esa libertad que emanaba y lograba transmitir con una fuerza que no he vuelto a ver. Esa libertad que todos quieren y pocos persiguen, en David esto era algo rotundo e inspirador.
En estos años, David ha creado una familia muy grande. De gente que se queda, de otros que van y vienen pero permanecen, y los que siempre han estado ahí. También son familia muchos de los que hemos conocido a través de la pantalla a donde nunca llegaremos a darles la mano, porque están a donde nadie va.
Recuerdo compartir un plato de coquinas en Tarifa con David y su inseparable Sergio Caro, pensábamos en “La vida en llamas”, la primera serie documental de la productora que íbamos a rodar dentro de un mes con los bomberos forestales de Sevilla. Puede ser casualidad o predestinación, pero sin terminarnos esas coquinas nos hicieron evacuar el local. Afuera un helicóptero recogía agua del mar para apagar las llamas de un incendio que se acababa de declarar en el bosque de pinos de al lado. No, no fue casualidad, la “realidad” buscaba a David, la “realidad” lo necesitaba. Y así ha sido. Esa llamada que allí vi, la he vuelto a ver en todo lo que después hizo David. La mayoría de las veces la realidad no se presentó cerca de casa, tuvo que salir a buscarla. Pero viendo sus obras se entiende que siempre fue una llamada. La realidad tiene sus necesidades; quiere que la cuente gente como David y Roberto, como el resto de su equipo, que son una familia.
Gracias David, me siento muy orgulloso. Me siento muy orgulloso por haberte conocido, por el regalo que ha significado para todos nosotros tener un referente humano como tú, tan cerca, gracias por cómo nos has cuidado y, sobre todo, gracias por haberme permitido formar parte de tu familia.
David y Roberto siguen aquí. Porque son muy grandes, porque representan un concepto tan difícil de asir como es la libertad.
Ellos querían estar ahí, allí a donde nadie va, allí en donde nadie importa. El precio ha sido grande, pero es lo que hay.